lunes, 16 de mayo de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #144)


Era una demencia lo que nos estaba ocurriendo, los drones se sucedían como golondrinas en el cielo cerrado. El sol había desaparecido. Perdía la noción del tiempo. Estábamos incrédulos, sin saber qué hacer, si echarnos a correr despavoridos o en cambio inmovilizarnos, como los tantos troncos que nos rodeaban y, bondadosamente, nos ofrecían resguardo. Nos manteníamos estáticos. Erchudichu, en cambio, iba y venía a ras del suelo como un helicóptero. No podía sortear tanto asedio. El fragoroso sonido de los zánganos se prolongaba cual tormento. Era tan ruidoso que tambaleaba como un ebrio. Nunca en la vida había presenciado semejante suceso. El gato Astor se restregaba contra mis tobillos. Si maullaba no lo escuchaba. Estaba alienado. El caballo se perdía de vista entre unos matorrales. No me importaba. Ya nos había hecho padecer demasiados contratiempos como para encima cuestionar su paradero.