martes, 24 de mayo de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #154)


Sus lágrimas se desprendían, recorrían sus mejillas y, como tormenta veraniega, le daban de beber a la tierra. No podía retenerlas. Yo le tendía mi mano derecha. Estaba dispuesto a romperme el esqueleto con tal de protegerla. Ella miraba mis dedos, yerta. Jamás olvidaré el aire tétrico de su mirada. Pobre muchacha, merodeaba la parca. Su muerte sería cruel, violenta. El viento soplaba, a paso firme la rama se resquebrajaba. Mis dedos inquietos ni siquiera le rozaban. Un extraño siseo se colaba en mis orejas. El gato Astor bajaba. Excitado, no maullaba. Volteándome advertía el inesperado avance de una serpiente hacia la rama resquebrajada.