jueves, 30 de junio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #200)


Ya llevaba no menos de un cuarto de hora huyendo del cerdo. Me estaba consumiendo. La fiera no me daba tregua, sin embargo sus gruñidos perdían fuerza. Su herida se abría y le quitaba braveza. Era consciente de que no había atacado un puerco. También sabía que había cometido un error serio: me había alejado del camino, mi único punto de referencia entre tanta vegetación densa, pero no había tiempo para retrocesos, si me detenía podía terminar en las nefastas mandíbulas de la desalmada bestia. Qué tan peligroso era aquel bosque, en su hábitat la vida exigía demasiado esfuerzo.


EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #199)


¡Corre, Milo, corre!, me arengaba en silencio para mantenerme enérgico. Mi valeroso espíritu seguía latiendo. A pesar de tanta hambre, llevaba conmigo un tigre apuesto. El cerdo asesino no cesaba en sus intentos de hacerme su almuerzo. Estaba colérico, me lo hacía saber con sus gruñidos violentos. No quería voltearme, en la superficie había troncos y las ramas caían por todos lados para tumbarme en el suelo. Tenía que estar atento. Si caía, efectivamente terminaba siendo su alimento. Me estaba alejando de mis compañeros. Podía perderme en un bosque inmenso pero sabía que su pata presentada una herida y, tarde o temprano, fracasaría en el intento.


miércoles, 29 de junio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #198)


Me sentía un perro de caza, no vacilaba, poco a poco lo intimidaba. La bestia gruñía, desaforada. Pese a su bravura, no atacaba. Sus colmillos no me amilanaban. Yo tenía hambre de días, estaba dispuesto a todo con tal de echarlo a las brasas. Tan sólo necesitaba perforarle la panza. 1, 2, 3, contaba en silencio, y sin pensarlo disparaba la lanza. Sus reflejos habían logrado que el filo del palo no diera de lleno en la pata. Se desprendía, en un suspiro mi lanza era pisoteada por la bestia desgraciada. No lo podía creer, la bestia volvía a gruñir, endiablada. Lentamente acortaba distancia con su mirada llena de rabia. La pata le sangraba. Desesperado me volteaba para correr en dirección a la nada. El apestoso jabalí quería venganza, oía sus zancadas, machacaban mis esperanzas. Mi vida peligraba, lo único que importaba era correr, esquivando ramas enmarañadas.


martes, 28 de junio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #197)


Arruando cual cerdo intimidado, la bestia salvaje arrimaba su enfado. Estaba aterrado, su castigo era inminente. El pánico me paralizaba. Como podía, me arrodillaba. Manoteando la tierra buscaba mi lanza. La tocaba. Todo sucedía con una lentitud que arrollaba. Cuando finalmente lograba sujetarla, el gato sorprendía a mis espaldas abalanzándose sobre su jeta alargada. Mi cuerpo temblequeaba. Cabeceo mediante el jabalí lo expulsaba. Astor volaba. Oyendo sus maullidos de espanto, retrocedía hasta una planta. La bestia asesina me clavaba en los ojos su mirada llena de rabia. Sus colmillos me revolvían la panza. No tenía sentido huir como una rata. Apuntándole la lanza, buscaba amedrentarlo y avanzaba.

 

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #196)


Intentaba apartarme del caballo, también del gato, pero empecinados seguían mis pasos. El jabalí merodeaba frente a mis ojos. Con su hocico alargado buscaba algo. Al acecho levantaba mi lanza, con la mano derecha más allá del hombro. Nunca en mi vida había arrojado un palo. Me sentía confiado. Mi paso lento se iba acrecentando. Tan sucio estaba que me camuflaba con los troncos. De un árbol a otro me iba acercando. Nos distanciaban diez metros. Tal vez menos. Tenía que pensar una táctica. Si me acercaba demasiado podía espantarlo, entonces lo sorprendía corriendo con la lanza en alto. A unos cinco metros de mi presa tropezaba con la raíz de un árbol. Mi cuerpo caía al pasto. Una hoja seca se metía en mis labios. El jabalí reaccionaba contraatacando. No tenía fuerzas para levantarme y encima la lanza se me había soltado.